La tonada vuelve, me debilita,
en do, re, mi, me inspira;
el sol, la, si, no existe,
el complemento se ha desvanecido,
en el repiqueteo que marcan las segundillas,
como todos los días antes del lucero del alba;
la medicina en letras regada por todos lados,
y aquella lámpara roja siempre encendida
en el mismo rincón, con la misma calidez
dándole a mis ojos el perfume de las rosas,
y el humo aquel del inciensito siempre fiel
que da la percepción rojiza hacia mi retina…
Lo ves??,
no logro poner mis cinco sentidos en orden,
nada está en orden desde que el viento se llevó
la esencia de mi último cigarrillo,
la adicción a ese “alcaloide”,
veneno de precisa solubilidad a mi plasma,
que difunde a cada una de mis celdillas.
Me invade, se posesiona de mí,
me brinda su alma de corazón nicotínico.